Reflexión:
Juan 3:18 dice “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”
Por naturaleza somos pecadores desde nuestro nacimiento, y esto es muy fácil de comprender porque desde bebés sabemos que llorando podemos satisfacer nuestros deseos y tener a nuestros padres a nuestra disposición, crecemos y cuando somos niños nadie nos enseña a hacer cosas malas, nadie nos dice cómo desobedecer a nuestros padres, nadie nos enseña cómo pelear con nuestros hermanos; sino que ese comportamiento pecaminoso lo hemos heredado desde el momento en que Adán y Eva fueron expulsados del paraiso.
La Biblia nos enseña y dice que estábamos perdidos y condenados a una muerte eterna que se llama infierno y la única forma de salvarse era cumplir al 100% la ley de Moisés, lo cual es imposible para todo ser humano. Pero Jesucristo siendo Dios mismo, dejó su reino y se hizo hombre, vino a este mundo para entregar su vida como pago por nuestros pecados. Él entregó su vida en la cruz y en ese momento nuestros pecados fueron perdonarnos.
Ahora tenemos una oportunidad real de evitar ese infierno donde será el lloro y crujir de dientes (Mateo 8:12, 24:51), solo tenemos que reconocer que somos pecadores, que somos incapaces de cumplir la ley Santa de Dios, que reconocemos que Jesucristo vino al mundo para limpiarnos de nuestros pecados y salvarnos de esa muerte eterna. Es necesario que estés convencido que Jesucristo es tu Señor y salvador, así también es necesario que lo ames.
Jesucristo vino al mundo para salvar tu vida y la mía, acéptalo en tu corazón. Algún día será demasiado tarde. La Biblia advierte muchas cosas desagradables para las personas que rechazan a Jesucristo (Juan 3:18), solo deseo que abras tu corazón y aceptes a Jesucristo, a quien a mi ya me salvó.
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Lucas 19:10
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